Genesis
Un día despiertas, miras a tu alrededor; el mismo cuarto ordenado y monótono, reflexionas sobre tu vida, sobre quien eres, te preguntas si esto es el infierno. Piensas, no encuentras nada, te desesperas al descubrir que te has convertido en lo que mas odias, en un ser vano, de piedra. Te levantas sintiendo un vahído, das vueltas, miras el techo lleno de estrellas de plástico... no pareces encontrar la solución a tu inmensa soledad, a tu irremediable vació; te preguntas, ¿Cuando comencé a ser así? , ¿Que paso con el amor? Luchas, lloras, gritas, te retuerces de dolor mas nada te quita ese remordimiento que te ha sumido ya por tres horas. Sigues encerrado en el crudo ambiente de tu cuarto. Decides salir; entras a la cocina, abres un cajón, sacas un cuchillo y decides probar el divino dolor. Aquel efímero instante de tu piel cuando se rasga, (te sientes libre, lo eres), intentas una vez, intentas dos veces, ya van tres... miras tu brazo, se nubla tu mirada, ya tus lagrimas no son solo tuyas, jamás volverán a serlo. Llego tu Apocalipsis; te despides, adiós ingrata realidad, discúlpame papá, no llores mamá. No aguantas el dolor. Comienzas a delirar. La sangre corre mientras tu agonizas en el suelo frió de losetas ahora teñidas de tu cobardía. Una luz lejana te ciega, decides alcanzarla, todo da vueltas, sientes tu cabeza estallar. Abres los ojos, te contemplas, odias tu reflejo, te avergüenzas. Te sientes arder, miras a tu alrededor; las torturas son ahora tu rutina, el fuego tu realidad, el odio tu cómplice.
Ahora lo sabes, el infierno es no poder morir.
Ahora lo sabes, el infierno es no poder morir.